La caprichosa conexión de Spyro con The Police
Ocurre en ocasiones. La casualidad acaba por desvelar algo que quizás fuera obvio, ya sea para uno mismo o para otros. Como la manzana que cayó sobre Isaac Newton para inspirarle a idear su futura ley de la gravedad (hoy esta anécdota ya ha sido cuestionada en innumerables escritos). Durante estas últimas Navidades caí en la discografía de los británicos The Police. No conviene convertir esto en un debate musical, pero vaya por delante que el que escribe, sin ser un excesivo fanático de la banda, valora más que positivamente la capacidad de hacer canciones del mentado trío. Incluso por separado, como Sting, Andy Summer y Stewart Copeland. Es este último el que hoy más nos atañe.
Copeland es un monstruo del ritmo. Quizás pueda ser este un hecho que a veces se pasa por alto, oculto tras la capacidad vocal y lírica de Sting, pero The Police no hubiera nunca llegado a buen puerto sin su virtuosismo, sin su capacidad de simbiosis entre géneros, y sin su característico sonido de caja y uso del charles. Total, que mientras uno bucea por el sonido de los discos del trío, es fácil que acabe tecleando en YouTube el nombre del baterista, en busca de sus momentos más icónicos o protagonistas, o, simplemente, alguna de sus múltiples colaboraciones posteriores.
Una búsqueda rápida en la plataforma de videos puede acabar en un directo del programa de David Letterman y ahí ocurrió la casualidad que apuntaba en el primer párrafo. A lo largo de la ejecución de la canción, el sonido resulta extremadamente particular. Familiar, incluso. Más aún para un jugador que haya pasado horas frente a una Play Station. Suena muy Spyro. ¿Es posible? ¿Es solo una apreciación ficticia? Acudo a la fuente de sabiduría más popular del momento, los comentarios del propio vídeo y ahí está. Más gente había identificado alguna parte de la actuación con pasajes de la BSO de los juegos del dragón morado.
Basta un ágil tecleo en Google para comprobar que Copeland, efectivamente, no solo actuó como compositor de la trilogía original del dragón, sino que él mismo ejecutó buena parte de los instrumentos. Es más, décadas después volvería a trabajar sobre estas canciones para la revisión del título que desde hace un par de meses podemos disfrutar en consolas, Spyro Reignited Trilogy.
El baterista de The Police no solo era un hábil percusionista. Su formación musical abarcaba todo tipo de instrumentos: piano, guitarra, sintetizadores, vientos… Por eso, y tras la disolución del trío británico (un dato curioso: nunca anunciaron su separación como tal, simplemente dejaron de tocar y grabar juntos) Copeland pasó a militar en otras formaciones como Animal Logic o, más recientemente, Oysterhead, en la que también está el legendario bajista y cantante Les Claypool, de Primus. Antes de todo eso, y aún con The Police funcionando, bajo el alias de Klark Kent, editó varios discos por cuenta propia.
Así, debido a su carácter polifacético, Copeland entró en el sector de las bandas sonoras, componiendo y produciendo música para filmes como Wall Street de Oliver Stone, o La ley de la calle (Rumble Fish) de Francis Ford Coppola. En los noventa, tras el nacimiento de la máquina gris de Sony, una compañía de videojuegos reclama sus servicios: Insomniac Games. El dragón morado estaba a punto de ver la luz.
El estudio sabía de la capacidad de Copeland, por eso le dieron carta blanca a la hora de elaborar una serie de temas que encajaran dentro de su nuevo título. Lo cierto es que la BSO de Spyro suponía una especie de reto para el multinstrumentista debido a la limitación tecnológica de la época: no podía grabar con todos los instrumentos con los que estaba habituado a superponer en sus discos. Debía ser algo más enlatado, más básico y además, en pequeñas píldoras. Era necesaria la creación de diferentes cortes para decenas de mundos y fases, y no tanto un tema principal ultra complejo. La cosa acabó por ser el proyecto con más horas de composiciones musicales que Copeland había hecho. Para ello utilizó un sintetizador Kurzweil K2500XS y pistas de los CD de Spectrasonics.
Según el estadounidense, llegó a componer cuatro canciones por día. Lo que en un principio iba a ser un proyecto entre Insomniac Games y el músico, acabó por ser puramente una odisea de este último. Él decidía qué sonaría y qué no. La calidad era tan patente que los desarrolladores del videojuego decidieron no entrometerse más en el apartado musical.
Así, los creadores de Spyro decidieron darle algún avance del juego para que probase su jugabilidad y viese por donde iban los tiros. Por supuesto, eran copias casi injugables por el gran contenido de errores y glitches, pero al baterista le pareció suficiente y hasta divertido. Copeland reconoció que no era un gran jugador (pedía trucos para acabar los niveles a Insomniac) pero los más pequeños de la casa sí lo eran, y sus hijos ocuparon su puesto como probadores, cayendo bajo los encantos del dragón. Con ellos, estableció esa conexión de diversión conjunta, y comenzó a tratar de transmitir esa sensación de felicidad y complicidad a sus canciones.
Esta sensación inspiracional fue tan fructífera artísticamente que Copeland quiso trabajar también en Spyro: Enter the Dragonfly, aunque no creía que el juego mantuviera la esencia de antaño. Tanto fue así, que después de este capítulo, declinó la oferta de seguir creando canciones dentro de la franquicia. El mundo que le mostraron no era el que el disfrutó con sus hijos las tres entregas anteriores. Quizás el músico no supiera demasiado de videojuegos, pero dio bastante en el clavo viendo ahora las negativas críticas que recayeron sobre este título.
El idilio del de Virginia con Spyro no cesó ahí. Con el tiempo acabó por incorporar multitud de pasajes del juego original a sus conciertos (tal y como ocurre en la actuación en el programa de David Letterman). Composiciones apuradas, llenas de ritmo y color que de alguna manera encajan muy bien en el temperamento de su música jazz y orquestal. Con los años, el repertorio de sus bolos acabó por ser una amalgama de canciones del pasado y el presente, donde tanto sonaba The Police como Spyro.
Sabiendo del amor que aún profesaba por el dragón, Toys for Bob, la desarrolladora detrás de la revisión de la trilogía original, descolgó el teléfono e hizo la llamada oportuna: “¿vienes a ver qué tenemos?”. Sobra decir que Copeland soltó un rotundo sí. La idea de poder reordenar las canciones originales de Spyro sin las limitaciones tecnológicas que entonces vivió era demasiado tentadora. Incluso se dio el lujo de añadir alguna composición inédita, como el nuevo tema principal.
Curiosamente, esta es la única incursión en la industria del videojuego por parte del baterista de The Police. Algo encontró en el dragón morado que lo convenció. No es el único músico de renombre que se ha dejado caer por el mundillo. José González participó en Red Dead Redemption, Steve Vai colaboró con su guitarra en Halo 3… Pero todo ello es, son, otras historias.