Análisis AC: Odyssey. Una Grecia colosal por explorar

AC: Odyssey. Una Grecia colosal por explorar

Mucho se lleva hablado de Assassin’ s Creed Odyssey, y no solo desde su lanzamiento hace unos días, sino desde meses antes. Es un juego que ha tenido, y tendrá, que luchar quizás demasiado para demostrar una cosa evidente: que es un buen título en términos generales, guste más o guste menos.

Hay que viajar un poco al pasado (bendita expresión) para entender el contexto de esta primera reflexión. Desde su anuncio, apenas un año después de ese cambio de rumbo que fue Origins y que la saga Assassin’ s Creed necesitaba, ya le cayeron las primeras críticas: “es el mismo juego pero cambiando el desierto por Grecia”. También apareció la duda de si sería una expansión vendida a precio de videojuego triple A, o si se veía demasiado parecido a nivel visual, con una nula evolución gráfica… Aquí hay una verdad obvia. El nivel de exigencia que se le pide a Ubisoft (puede haber motivos para tal hecho) por la comunidad de jugadores peca de ser demasiado inquisidor. Y no hablamos de que la comunidad no pueda (debe) exigir calidad, y se enfade por la aparición de micropagos absurdos, que los hay; hablamos de nublar la percepción general de un juego que es hermoso y que funciona como un auténtico ejemplo de mundo abierto funcional y divertido en el 2018.

Odyssey es enorme. Mucho. Muchísimo. Demasiado incluso, para alguien que no posea el tiempo de pararse a disfrutar de sus parajes. Abrir el mapa genera cierto vértigo. ¿Podemos visitar todas esas islas? ¿Esas montañas? ¿Esos puertos? Lo cierto es que sí, y todos los lugares fueron creados con un mimo pasmoso. Habida cuenta el tamaño del mapa, de su extensión, el número de bugs que uno puede encontrar es ridículo. No voy a engañar a nadie, los hay. En mi caso pueden ser las hojas de un lago que no respondían bien a mi paso, o unas plantas que no habían cargado bien las texturas. Personalmente, inapreciable en el conjunto.

La sensación de libertad que aporta el nuevo título de Ubisfot sólo es rota por la exigencia de nivel. Hay zonas que podemos recorrer, sí; pero moriremos si a alguno de sus habitantes le da por propinarnos un simple golpe. Este sistema no es nuevo, y puede ser fácilmente comparable al de anteriores entregas.

¿Cuánto hay de Origins en Odyssey? Podría ser esta una pregunta trampa. Es obvio que la Grecia antigua que uno se encuentra bebe del Egipto del pasado juego, sobre todo en su motor gráfico y en esa evolución cara el RPG que aquí ya se da por completada. A estar alturas, por cierto, también hay que decirlo. Odyssey forma parte de la saga Assassins’ Creed, sí, pero el concepto de su vieja jugabilidad como tal puede darse por muerto. Algunas voces critican este aspecto. Las rupturas nunca son fáciles, pero hace apenas dos años la comunidad quería sacrificar a la franquicia de los asesinos por su estancamiento evidente. El cambio fue hecho de una manera natural, hacia un género que desde luego funciona con muchos de los elementos que hicieron grande la saga. No podemos pedir cambios y luego reclamar. Tiene muy poco sentido en este caso.

Estamos ante un título híbrido, a caballo entre su pasado marítimo de Black Flag, The Witcher 3 y Shadow of Mordor. Las mecánicas de lucha fueron mejoradas (se eliminaron los escudos de Origins) y los combates son realmente fluidos. Incluso cuando el número de enemigos es alto. Tenemos lanzas, espadas, mazas y hachas. También arco, como no. Se repite de nuevo la aparición de ese águila / dron que tan bien sitúa a los enemigos, así como encuentra objetos y documentos en el mapa. Puede ser demasiado útil a veces, pero también es cierto que la cantidad de localizaciones es tan vasta que sería imposible encontrar la mayoría de utensilios sin alguna referencia de este tipo. Ícaro está ahí por algo, y se agradece.

Los saltos de fe, no pueden faltar en un Assassin’s Creed. Son de las pocas mecánicas que se conservan intactas.

La gran duda de Odyssey viene precisamente a raíz de su lado más positivo. El escenario de la aventura es genial, pero esta carece de momentos realmente inspirados o épicos. Se trata de un guión simplista, donde el jugador puede escoger a Alexios o a Kassandra y vivir una historia que durante demasiados momentos parece perderse entre tanto recado secundario y principal. La diferencia entre misiones principales y secundarias, en su desarrollo y jugabilidad, no distan demasiado, y cuando uno lleva más de 30 horas jugadas tiene la sensación de estar repitiendo acciones. Puede ser divertido, porque tanto el tratamiento de la exploración, del sigilo, como del combate funcionan muy correctamente, pero el contexto apenas varía.

Hablando de Alexios o Kassandra. Una opción simple pero que se está convirtiendo en una de las señales de identidad de Odyssey. A sabiendas del gran componente de diálogos y decisiones que hay en el juego, elegir un personaje femenino o masculino puede tener su sentido de cara a buscar una mayor inversión del jugador o la jugadora, o simplemente experimentar la historia desde la mirada que uno quiera. Es una opción inteligente por parte de Ubisoft y que ha parecido funcionar. Por lo que se puede ver en las redes sociales, análisis y demás informaciones, la figura de Kassandra parece ser más escogida que la de su homólogo varón. El que escribe jugó con los dos durante varias horas y por desgracia la comentada decisión sólo se queda en lo estético, en lo gráfico y en lo audible. La historia es exactamente la misma, y las decisiones que uno toma son idénticas. Nada cambia en el juego por escoger a uno o a otro más allá de la propia experiencia personal de cada uno, vivir la historia de Odyssey como una mujer o como un hombre. Existe una diferencia social y cultural externa, pero no esperéis rejugar el título para descubrir verdaderos cambios argumentales. No los hay.

Ícaro funciona como un dron moderno. Localiza enemigos, objetos y documentos.

Recorrer Grecia es un acto preciosista. Encontrarse con nombres tan famosos como Sócrates o Pericles no tiene precio, y pegar patadas como la del espartano Leónidas tampoco. También podremos tener romances segundo las decisiones que tomemos (muy en la línea de The Witcher, pero de manera más liviana) como novedad propia. ¿Algo positivo? Nada de distinción de sexos. Hombres con mujeres, mujeres con mujeres, hombres con hombres. Todo tiene cabida.

El roleo es importante, pero está descompensado se lo comparamos con la historia principal. Este elemento puede ser el peor de Odyssey con mucha diferencia. La obligación de completar misiones secundarias porque el nivel que podemos conseguir siguiendo el camino marcado por el guión no es suficiente. Somos nivel 30, pero el enemigo es 34. ¿Hicimos algo mal? No, pero tendrás que explorar y hacer misiones secundarias de segunda, convertidas ahora en obligatorias. Si a uno le gusta hacer todas las misiones en este tipo de videojuegos la cosa puede funcionar, pero también hay que entender que ni todo el mundo quiere hacerlas, ni todos los jugadores tienen el tiempo material que esa decisión requiere. Es una manera un poco ladina de ensanchar la duración del juego, y que ya había sido en su día muy criticada en Shadow of War.

Precisamente, a raíz de esta comparación también surge otro de los lastres de la aventura. Los micropagos. A estas alturas todos sabemos el argumento de: “que pague quien quiera que son su dinero”, pero… No. Por desgracia su presencia en el juego es demasiado implícita. En el mismo menú de pausa, a un botón de mirar el mapa. El propio juego ofrece la posibilidad, pagando, de aumentar la experiencia recibida durante un tiempo, algo que va demasiado de la mano del problema anteriormente descrito de estancamiento de niveles para poder avanzar tranquilamente.

También hace su aparición, con cierto parecido al sistema Némesis del título del Señor de los Anillos, la aparición de los mercenarios. Son una serie de enemigos, generalmente más fuertes que el protagonista, que pueden buscarnos por todo el mundo. La barra de atención de los mismos se llena al hacer maldades o al ir acabando con los enemigos de una determinada región, haciendo que la gente ponga precio nuestras cabezas. Es curioso, divertido. Puede provocar alguna situación un tanto molesta y otras un tanto absurdas, pero también podemos pagar una cantidad (bastante adecuada) de dinero para deshacernos de ellos.

No hay que olvidar la importancia del mar. Tenemos un barco que mejorar y una tripulación con la que recorrer un mundo con muchísima agua. En la práctica, forma más parte del trazado secundario del juego que de su vertiente principal. Ubisoft pensó, de manera inteligente, que puede haber usuarios que no gusten especialmente del navegar. Independientemente de eso, el sistema funciona bien, y las luchas navales son divertidas (que no realistas, ojo) y oír cantar a tu tripulación mientras uno dirige tiene su punto de épica innegable. La banda sonora, por cierto, cumple con su función, pero tampoco se le puede rescatar algún tema que vaya a quedar para la posteridad o la memoria personal.

Odyssey es una aventura colosal en tamaño, agradable en historia pero descompensada por ciertas mecánicas. Puede llegar a ser un título perfectamente recomendable para aquel que busque la experiencia de perderse (literalmente) en un videojuego y apreciar la representación del arte griego como nunca antes se había hecho en una consola. Hay muchas cosas que hacer, pese a su repetición, y hay mucho que explorar. Hay escualos, espartanos, dioses… Pero queda esa especie de lástima a la hora de no encontrar un hilo conductor para todos esos elementos más grueso. Queda claro que la saga, de continuar, seguirá este camino. Es efectivo, muchísimo más que los últimas entregas tras Black Flag, condenadas al olvido.

 

8.2

Lo mejor

  • El apartado visual es excelente. La luz, el mar, el atardecer... Recorrer el mapa justifica el juego en sí mismo
  • Las luchas funcionan bien, y el añadido de las batallas navales y del sistema de mercenarios aportan dinamismo
  • Contar con una protagonista con carisma, memorable en el tiempo
  • El interesante equilibrio que establece entre géneros y mecánicas, como el RPG, el sigilo y la acción directa

Lo peor

  • La historia del juego no es una maravilla, y acaba por ser una excusa
  • El número de misiones es altísimo, sí; pero su variación es mínima
  • Hay micropagos muy poco justificables, y la tienda es demasiado invasiva
Carlos Pereiro

Creador de Morcego. Escribo cousas, falo de cousas e encántame escoitar cousas.

Comentarios no permitidos
  1. […] amigos podcasters, ao pouco de lanzarse este videoxogo, describíano como «o Assassin’s Creed ben feito». Curiosamente, eu non catei ningunha das aventuras da famosa saga de asasinos nin teño […]