Seis vidas para un GOTY
Si ayer se daban a conocer los nombres de los títulos nominados a Juego del Año (GOTY) por los Game Awards, convendría hoy realizar un repaso (…y un par de reflexiones) con la idea de profundizar en un galardón que, pese a su juventud, ha acabado por transformarse en uno de los más atrayentes para público e industria.
Los seis videjuegos que componen la lista, a saber: Assassin’s Creed Odyssey (Ubisoft Quebec / Ubisoft), Celeste (Matt Makes Games), God of War (Sony Santa Monica / SIE), Marvel’s Spider-Man (Insomniac Games / SIE), Monster Hunter: World (Capcom) y Red Dead Redemption 2 (Rockstar Games) configuran una tabla de posibilidades heterogénea y de alguna manera justa, con alguna que otra sorpresa y alguna que otra posible ausencia.
Assassin’s Creed Odyssey
No pocas voces destacaron ayer, vía redes sociales, foros del presente; la presencia del título de Ubisoft como posible GOTY. Es el segundo capítulo tras Origins de un renacimiento que Ubisoft ha querido otorgar a la saga de asesinos.
En la práctica, un buen porcentaje de jugadores ha puesto en duda el valor real de Odyssey como juego del año, aunque también ha sido defendido por un sector que destaca su imponente y vasto mundo, así como la tenencia de un espectacular apartado gráfico y una narrativa que funciona más que debidamente, aún con sus incongruencias.
El último Aassasin’s Creed es un buen juego con una serie de problemas en forma de decisiones empresariales (como la presencia de micropagos mayormente innecesarios), más que en las dolencias de una jugabilidad tan solo lastrada por la repetición de tareas o la necesidad de convertir misiones secundarias en obligatorias si el usuario no quiere pasar por caja y continuar la historia con el nivel requerido.
Ubisoft ha logrado plasmar la antigua Grecia como nunca antes se había retratado en un videojuego. El resultado es maravilloso, y poco debate debería haber con este tema. El sistema RPG por el que se ha optado ha quedado definido como la salvación de una saga extenuada por sus lanzamientos anuales, cada vez con menos que decir. Odyssey tiene sus méritos, aunque también sus sombras.
Como posibles sustitutos a su candidatura Forza Horizon 4 ha sido un común denominador en las opiniones. Un título visualmente magistral y actual representante de una franquicia que se ha alzado como la más afilada punta de lanza de los amantes de la conducción. Sí aparece el juego de Playground Games, como posible galardonado a mejor juego deportivo o de carreras.
Celeste
Su presencia es aplaudida y laureada, aunque no deja de poseer cierto regusto amargo. No por su calidad, más que demostrada para poder ser uno de los lanzamientos del año; sino más bien por simular ser un guiño hacia la industria del videojuego independiente. ¿Hace falta? Probablemente sí, pero las posibilidades reales de que Celeste se haga con el galardón ante títulos con ventas millonarias y masivas se antojan, como poco, mínimas.
Los Game Awards aprendieron del año pasado, con una edición en la que ningún título de esta categoría consiguió estar entre las nominaciones (sí ocurrió en 2016, con Inside). No quiero decir ni indicar que la presencia de la obra de Matt Makes Games no se merezca estar ahí. Para nada. Debe estar, y muy difícilmente un jugador que lo haya comprado sería capaz de no creer que ese es su sitio, pero en este tipo de premios la sensación de estar todo el pescado vendido de antemano se hace demasiado tangible.
Editado a principios de año, Celeste es un plataformas que marca un genial punto y aparte en su género, con una narrativa y un mensaje preciosista, unidos a una jugabilidad simple pero efectiva y adictiva. Una joya del presente que se convertirá en un mito del futuro.
God of War
Entremos en materia. Que Red Dead Redemption 2 parte como favorito para ser el GOTY de 2018 es evidente. Tomando esta base como ley, es posible que God of War sea el único rival directo que podría arrebatarle la corona y que, pese a una posible sorpresa inicial en caso de hacerlo, este hecho sería posteriormente comprendido como una decisión sensata.
Aclamado desde su lanzamiento, la aventura de Kratos y su hijo Atreus es un viaje a través de una tierra hostil ambientada en la mitología nórdica. Su belleza radica en la capacidad de redefinir un símbolo como es el espartano dentro de su propia historia, y hacer que ello funcione, que el jugador no eche de menos ni las viejas mecánicas ni las viejas narrativas, sino que mire hacia el futuro y, al igual que Kratos, deje el pasado atrás.
God of War es, y será, un imprescindible de esta generación. Su nominación era obligada y de no ser por el título de Rockstar no pocos lo convertirían en GOTY mañana, sin esperas, sin contemplaciones. Su exclusividad en PS4 lo ha definido como un vendeconsolas en sí mismo, cualidad de la que no todas las obras de esta categoría pueden presumir.
Marvel’s Spider-Man
Nunca Peter Parker poseyó tantas animaciones, tanta vida, tantas posibilidades de balancearse por la Gran Manzana. El hombre araña de Marvel’s Spider-Man es un prodigio técnico que engatusó también a los poseedores de la máquina de Sony y puso los dientes largos a la competencia.
Una obra audiovisual divertida como poca, que provoca en el jugador la necesidad de seguir disfrutando de ese vuelo hipnótico entre edificios, de ser el héroe, de sentirse valioso para Nueva York, de ser, en definitiva, Spider-Man. Un sueño cumplido.
Si bien su nominación es necesaria y para nada discutida, la posibilidad de que logre colgarse la medalla dista bastante de la realidad. Como fan, sería genial, aunque la votación y el debate difícilmente inclinarán la balanza hacia el juego de Insomniac Games. Indiscutiblemente, Marvel’s Spider-Man tiene algo. Llámesele magia, aura o corazón. Y perdurará. Sea GOTY o no.
Monster Hunter: World
No pude evitar sentir cierta satisfacción al ver como el título de Capcom se deslizaba como opción a mejor juego del año. ¿Motivos? Varios, aunque me quedaría con dos: es un juego adictivo y enormemente disfrutable en compañía (aunque también en soledad) y que se ha colocado como uno de los pocos títulos de este año que han conseguido hacerme madrugar para poder meterle más horas de las aconsejadas. ¿El otro? Si con Celeste el guiño era a la industria independiente, con Monster Hunter: World el detalle adquiere la forma de una inclinación de cabeza, a modo de reverencia, hacia el mercado japonés.
Capcom ha conseguido occidentalizar una franquicia que ya gozaba de una salud envidiable en la isla del pacífico, pero que ahora persistirá como un fenómeno global gracias al hecho de poseer una legión de jugadores en sus servidores terriblemente fiel.
Es probable que también rezume cierta sorpresa su nominación, aunque en términos generales cumple sobradamente los requisitos para ello y aprueba con nota. ¿Sustitutos para su hueco? Realmente no, o al menos de manera tajante. Si bien, y a modo de anécdota, un servidor hubiera querido ver también a Detroit: Become Human dentro de las posibilidades a la hora de optar al GOTY. No hay hueco para todos, claro.
Red Dead Redemption 2
El bicho. El aclamado. Claro favorito a juego del año e incluso de la década. Su irrupción en la actual generación de consolas ha causado un fenómeno de ventas global, un tsunami que ha arrasado entre los creadores de contenido, y que vuelve a recordar al mundo por qué Rockstar es una de las compañías más valoradas de la industria.
A través de un salvaje oeste plagado de detalles enfermizos, el usuario de PS4 o Xbox One se sumerge en una aventura marca de la casa, con un protagonista que ya ocupa un puesto destacado dentro de la historia de los videojuegos, y que cuenta con un apartado visual magistral.
Solo su ritmo lento, no apto para todo tipo de público, y algunos detalles técnicos menores pueden ser el pero de una obra cultural, representante actual de hasta dónde ha llegado la tecnología y el entretenimiento digital.
Si RDR2 no se hace con el galardón, nada ocurriría, más allá de una lógica sorpresa. Medio planeta conoce sus virtudes y qué duda cabe de que las próximas generaciones acudirán a él en busca de una experiencia más que placentera con la idea de convertirse en un forajido.