Análisis Streets of Rage 4 :: Las tortas que tenían que volver

Streets of Rage 4 :: Las tortas que tenían que volver

En los últimos años del apogeo de las máquinas recreativas, reconozco que mis monedas siempre iban a parar a aquellas que tuvieran un beat’em up o un Metal Slug; era así de fácil. Los años noventa fueron un lago inagotable de alegrías a través de estas fuentes de acción a precio asequible; así me gusta recordarlo. Teniendo esto en cuenta, no debiera sorprender la inyección de felicidad que supone echar una partida al recién estrenado Streets of Rage 4, ni tampoco el empujón de nostalgia maravilloso que provoca. De izquierda a derecha, de un lado a otro de la calle; repartiendo tortazos, justicia callejera.

Hablar de Streets of Rage es hacerlo de un capítulo indispensable dentro de un género que bien se podría considerar extinto para las nuevas generaciones; ignorado, si uno prefiere un término más eufemístico. Sí, se podría hablar de su evolución y herencia en géneros como el hack & slash, increíblemente vivo y aún con mucho que cortar, pero sería bucear en aguas que hoy no corresponden. Curiosamente, en el Patreon de Morcego se está votando esta semana sí se escribirá sobre ello o sobre otro tema.

Este cuarto capítulo, un desarrollo a tres bandas que cuenta con el beneplácito obligado de SEGA, DotEmu, Lizardcube y Guard Crush Games se elevan como responsables de un proyecto que llega a buen puerto 26 años después de ver la luz la última entrega de la saga, porque aquí no se habla de reboot ni de remake, esto es una continuación pura y dura, con todas las de la ley, asumiendo su pasado, dándole una nueva vida pero heredando sus enseñanzas, al mismo tiempo que aporta ligeras innovaciones.

Pega primero, pregunta después

La cosa es simple. Han pasado 10 años en la historia interna de la franquía y el sindicato de Mr X ha desaparecido pero sus hijos, unos gemelos de pelo blanco, Mr y Mrs Y, han seguido los pasos de su progenitor y quieren tomar el control de la ciudad. Por supuesto, esto obliga a Axel y Blaze a abandonar el retiro y a repartir tortazos por ahí. Cherry Hunter, la hija de Adam Hunter , y Floyd Iraia, aprendiz del Dr Zan, cierran el cuadro inicial de protagonistas —pronto se une Adam—. Poco más que añadir, la historia esta hecha.

Streets of Rage 4 no necesita justificarse, no quiere giros de guion brillantes, no necesita profundizar en el alma de ningún protagonista o villano; quiere divertir y lo consigue; objetivo cumplido. Todo se soluciona a base de puñetazos, patadas y el uso limitado de objetos punzantes o metálicos que hayamos tirados por el suelo, con evidente riesgo de infección que podría provocar su uso. No importa.

El diseño artístico es acertado y brillante, todo un acierto.

¿Qué hay de nuevo? Las mayores novedades que un veterano podría encontrar aquí pasan por las mecánicas de rebote —tanto de cuerpos como de objetos—, más clave de lo que podría parecer a la hora de mantener combos cuasi infinitos. Antes los enemigos desaparecían de la pantalla hasta que volvían andando a través del cuadro; ahora, rebotarán contra ese borde ficticio por lo que podremos seguir encadenando golpes. Atraparlos contra este límite invisible es sinónimo de paliza inmediata.

Las armas también salen despedidas y podemos cogerlas en el aire, lo que permite recrear escenas de acción geniales, propias del cine de Jackie Chan, pero que sin duda persigue la idea de mantener ese combo el máximo tiempo posible, en busca de una puntuación mayor que permita desbloquear cuanto antes diversas recompensas en forma de nuevos luchadores.

Esta mecánica se combina con la del movimiento especial, que consume vida pero que podemos regenerar golpeando al enemigo, aunque si este nos golpea perdemos la posibilidad de hacerlo. Todas estas novedades derivan en una profundidad evidente de ir más allá del pegar por pegar, procurando una estrategia y una atención a la pantalla de pensar cómo vamos a golpear y a quién. Es genial y es el mejor incentivo de cara a la rejugabilidad: hacerlo mejor que en la partida anterior.

Por supuesto, cada personaje posee sus propios golpes y habilidades, son más lentos o más rápidos, más tanques o más equilibrados, lo que abre un mundo de elecciones y estilos, sobre todo si jugamos en cooperativo. Este hecho, el juego en compañía, es casi obligatorio.

Mejor en compañía (como siempre)

Es cierto que casi cualquier acción humana gana en diversión si se realiza con alguien a nuestro lado. Meterse dentro de un contenedor es una acción que con un amigo siempre servirá, de algún modo, para buscar la gracia fácil o la anécdota estúpida. Streets of Rage 4, por suerte, es bastante más divertido que asaltar un contenedor, pero cumple a la perfección ese conocido paradigma que dice: mejor en compañía.

Jugar con un amigo esta nueva entrega supone recuperar la idea del compañerismo callejero, del codo con codo frente a la pantalla, del aporrear botones juntos en busca de una estrategia efectiva: repartir las manzanas que encontramos, usar las definitivas en el momento adecuado, uno luchar contra el jefe y otro contra los esbirros… El diálogo presencial o virtual se convierte en una experiencia de combate llena de bromas, de pura esencia old school.

Aquí entra la tecnología actual, la posibilidad de encontrar partidas en línea y unirte a ellas. Hay varios niveles de dificultad, por lo que la colaboración se antoja más que necesaria según el escogido. Por otro lado, también hay varias formas de entrar en combate, existiendo el modo ‘Arcade’ en el que solo contaremos con un crédito para finalizar el título —un buen reto, por si alguien lo está dudando—.

La historia se nos van contando entre capítulo y capítulo, a caballo entre la animación y el cómic.

Nostalgia y presente

Fuera de toda duda, el nuevo beat’em up funciona por sí solo, y no necesita de un conocimiento previo de la franquicia. Claro que los escenarios están llenos de referencias y huevos de pascua que pueden no ser detectados por los profanos, pero son simples detalles, guiños que hacen más cuidada una experiencia que funciona por méritos propios.

¿Y los peros? Los hay. La banda sonora, sin desmerecerla, no supera la que ofrecían los juegos de Mega Drive y sus 16 bits. Es posible que aquí la nostalgia nuble el juicio, pero algo había en aquellas melodías que seducían al oído. ¿Está a la altura? Sí, por qué no, incluso se da cuenta de su importancia dentro de la propuesta de la que forma parte gracias a unos responsables que han sabido a la perfección qué tenían entre manos.

Streets of Rage 4 no falla en lo que propone, pero también su propia dureza en la jugabilidad puede no gustar a los jugadores que no hayan tenido antes algún tipo de conexión con el género. Las obras han cambiado, los juegos se juegan de otra forma. ¿Quiere decir esto que las nuevas generaciones no valorarán la diversión propuesta por este título? No, habrá usuarios que sí, pero es cierto que se aleja de la fórmula actual de acción y combate, recuperando fórmulas más clásicas. ¿Es peor el cine en blanco y negro? No, pero hay espectadores que no se acercan a él por puros prejuicios audiovisuales.

Quizás por presupuesto, quizás por falta de ideas, el punto más flaco de esta entrega es la evidente falta de enemigos en lo referente a su diseño. Es posible justificarlo, pero ojalá existieran más modelos dentro del juego para no sentir que estamos golpeando las mismas caras una y otra vez. Además, los jefes tampoco se elevan como verdaderos retos, ni siquiera, salvo excepciones, se presentan como citas a recordar pasados los cinco minutos. Están ahí, pero no ofrecen una personalidad arrebatadora o mística.

Sea como fuere, Streets of Rage 4 es un regreso maravilloso, la esencia pura de un género que uno no sabe que lo echa de menos hasta que se ve riendo, como hacía meses que no hacía, con un amigo a través de los cascos, encadenando combos y asegurando la victoria. Viendo además el precio de lanzamiento —menos de treinta euros e incluido en el Xbox Game Pass— y el esfuerzo evidente que ha hecho DotEmu y el resto de estudios implicados, el éxito de la propuesta no solo debería ser obligada, sino merecida.

8.2

Lo mejor

  • Es casi imposible no divertirse jugándolo, multiplicando esta sensación el hacerlo en compañía
  • El añadido del modo en línea
  • El diseño de escenarios y personajes junto con la genial banda sonora
  • Mayor profundidad de la que uno podría pensar de inicio

Lo peor

  • Su sencillez y duración (producto del género) puede no seducir al público actual
  • Ojalá una variedad mayor en los modelos enemigos
Carlos Pereiro

Creador de Morcego. Escribo cousas, falo de cousas e encántame escoitar cousas.

Comentarios no permitidos
  1. […] deste verán. Se aínda tendes dúbidas sobre se conseguir unha copia, é posíbel que a nosa análise de Streets of Rage 4 despexe todas a vosa […]