Opinión Opinión :: Jugar para conocer(se)

Opinión :: Jugar para conocer(se)

A lo largo de estos días o semanas que algunos llamarán de cuarentena o aislamiento, una de las opciones más viables para pasar el tiempo será la de coger el mando y buscar, por un momento, entrar en otro mundo de píxeles y aventuras, al margen del nuestro. No nos engañemos. No tiene esta opción que estar reñida con coger un libro, ver una serie o disfrutar de un Monopoly, pero quizás sea una buena ocasión de hacerlo en compañía, más allá del habitual acto individual que es empezar una partida.

Los pequeños sin clase, los adultos con teletrabajo. No en todos los casos, pero sí en algunos. Aprovechando la coyuntura, se presenta una oportunidad de oro para algunos padres y/o tutores. La posibilidad de ver a qué y cómo juegan sus hijos a lo largo del día. Es muy posible que para los usuarios de esta revista el asunto esté más que superado, pero para una mayoría ajena al medio sigue siendo un terreno desconocido, difícil incluso.

No lo es porque yo lo diga, sino porque así lo he comprobado las decenas de veces que un medio generalista contacta conmigo procurando una opinión del sector, en la búsqueda de, simplemente, una aportación que recuerde o acerque lo que suelen llamar «consumo responsable». El problema es que en no pocas ocasiones los encargados de los menores de edad tampoco saben qué consumen. La verdad, no tienen ni idea.

Muchos se encomiendan a la suerte y el destino. Esa opción en la que ni les va ni les viene qué tipo de violencia o contenido consumen sus hijos a través de los videojuegos. Es ficción y se acabó. Podría ser válida, pero no la recomendaría. El famoso enunciado ese de «yo jugué a todo lo que quise y no salí tan mal» debe ser desterrado de una vez y los jugadores asumir que no tienen una respuesta real y perfecta a la hora de saber cómo una obra les influyó cuando no cumplían la edad recomendada para disfrutarla.

Sí, el PEGI ayuda. Aporta una serie de conocimientos sobre el videojuego y los hace visibles en su contraportada. Marca una posible edad que en absoluto es una ley. ¿Hace falta una? No, pero sí hace falta conocimiento y responsabilidad. Pasar más horas en casa podría ser un excelente momento para profundizar en ambas, saber de qué van esos juegos, interpretarlos, hablar de ellos, disfrutarlos de manera colectiva. Al final, el parámetro de la edad no es sino un número que no define ni la mente ni la personalidad de nadie.

Y no, no se trata de prohibir, no se trata de buscar picores donde no los hay, sino de reconocerlos y asumirlos, de convivir con ellos de la manera más sana posible. ¿Hay obras que deberían esperar a ser consumidas? Está claro que la mayoría de menores de 12 años es casi imposible que puedan entender en su magnitud o la crítica irónica que guarda la saga Grand Theft Auto, ni la profunda carga mental que encierra GRIS o Celeste. Podrán jugarlos, podrán incluso divertirse, pero sería idóneo que otra voz les recordase qué está ocurriendo en pantalla, más allá del movimiento de los píxeles.

Jugar es conocer. Y es un buen momento para jugar juntos, para divertirse juntos, para debatir y hablar. Conocer un título abre muchas puertas, alguna tan importante como la de acercarse a aquellos que lo juegan. Estar más tiempo en casa permite obtener una llave que no siempre se tiene. ¿Por qué no usarla?

Carlos Pereiro

Creador de Morcego. Escribo cousas, falo de cousas e encántame escoitar cousas.